Procesamiento de datos en tiempo real: el punto crítico de los vehículos autónomos

Liderada por empresas pertenecientes a EE.UU., China, Alemania y Japón, la carrera por el desarrollo de los automóviles sin conductor ya entró en la recta final y su desenlace dependerá de un factor crucial: el análisis de los datos a gran escala.

El sueño de crear autos capaces de prescindir de la asistencia humana es prácticamente tan antiguo como la misma industria automotriz. Desde entonces, la magnitud de las conquistas tecnológicas ha permitido que, en la actualidad, la meta esté realmente muy cerca. De acuerdo a las estimaciones de la consultora Gartner, para el año 2030 se espera que, en los países del primer mundo, el parque automotor esté integrado por un 25% de vehículos autónomos.

 Básicamente, la autonomía de esta nueva generación de coches es resultado de la combinación de tres tipos de sistemas conectados entre sí:

  1. Sistemas de GPS altamente sofisticados que dotan de independencia al automóvil ubicándolo con exactitud en el espacio.
  2. Dispositivos de reconocimiento como cámaras, láseres y sensores, que hacen posible la identificación de objetos durante su trayectoria;
  3. Ordenador central para el procesamiento de datos en tiempo real, responsable de las “decisiones” que toma el coche.

Este último punto constituye un nudo gordiano que aún desvela a los expertos del sector IT. El reto consiste en desarrollar el hardware y software necesarios para el perfeccionamiento de un “cerebro súper inteligente”, apto para procesar colosales conjuntos de datos cuyo tamaño (volumen), complejidad (variabilidad) y crecimiento (velocidad) desbordan la capacidad de respuesta de las tecnologías convencionales. Aunque por el momento cada coche autónomo puede generar, en promedio, 1 Gigabyte de datos por cada segundo de uso, esta cifra está en constante aumento.

Desde el GPS hasta las diversas métricas de mantenimiento del vehículo pasando por el Internet de las cosas y los radares láser, cámaras 3D, sensores de proximidad e incluso micrófonos para detectar humedad en el camino, todas estas fuentes generan un maremágnum de datos que es cada vez más difícil de analizar. Su captura, gestión y procesamiento forman parte de un desafío titánico que los coches autónomos deben ser capaces de resolver en tiempo real y con márgenes de error absolutamente despreciables.

 Los tecnólogos más optimistas están convencidos de que quienes nazcan a fines de la presente década no aprenderán nunca a conducir, como tampoco sabrán qué es exactamente un volante.