La plataforma de streaming que en pocos años levantó un imperio mundial y puso de rodillas a la industria del entretenimiento, no esconde su fórmula del éxito: cada una de sus decisiones está basada en datos.
Con poco más de dos décadas de historia, Netflix se ha ganado un lugar entre las principales empresas tecnológicas del mundo. Actualmente, cuenta con 183 millones de suscriptores distribuidos en casi 200 países. En 2019, facturó un total de 20 mil millones de dólares. Hace sólo algunos días, sus acciones en bolsa superaron la cotización de Disney. Su crecimiento ciclópeo parece no tener límites y, por supuesto, nada de todo esto es fruto de la casualidad. El oráculo de sus aciertos se denomina Big Data.
Con la finalidad de brindar la mejor experiencia frente a las pantallas, Netflix se sirve de poderosos algoritmos para analizar todo tipo de información asociada a sus suscriptores. Además de los contenidos elegidos, datos buscados, intereses recurrentes, horarios de consumo, dispositivos utilizados, localización geográfica, Netflix tiene en cuenta un ingente conjunto de detalles:
Una vez recopilada, almacenada y procesada, toda esta información se vuelve decisiva a la hora de ofrecer el mejor servicio, desde las recomendaciones sugeridas hasta las inversiones multimillonarias en nuevos proyectos. De esta forma, el círculo virtuoso queda definitivamente cerrado: ofrecer una programación con contenido cada vez más personalizado permite conquistar audiencias más multitudinarias que posibilitan la creación de contenido aún más variado e irresistible.
Mientras una productora televisiva o cinematográfica tiene el 35% de posibilidades de acertar al lanzar un nuevo contenido, las posibilidades de éxito en Netflix alcanzan el 70%.
Evidentemente, con Big Data todas las empresas, independientemente de su rubro, tamaño o trayectoria, adquieren la capacidad de tomar mejores decisiones y ofrecer un producto o servicio mucho más rentable.